Escisiones


La dinámica del mercado viene generando la necesidad de que las estructuras empresariales sean eficientes y competitivas. Ello provoca, que en numerosas ocasiones deban realizarse operaciones de concentración (fusiones) o de desconcentración, siendo el caso de las operaciones de escisiones totales o parciales.

La escisión constituye el proceso inverso al de fusión, esto es, en lugar de una concentración empresarial, se trata de una disgregación del patrimonio de una sociedad mercantil en dos o más partes.

En este proceso se persiguen objetivos como la descentralización o separación de actividades, consiguiendo una estructura personal autónoma con personalidad jurídica independiente, ajustando su estructura financiera a sus necesidades.


En ocasiones la escisión evita el crecimiento excesivo de una entidad, adaptándola así al mercado, evitando ineficacias derivadas de los excesos de dimensión que pudieran obstaculizar el cumplimiento de los objetivos de eficacia y competitividad, los cuales informan cualquier proceso de reestructuración empresarial.

No debe olvidarse que la escisión supone en muchos casos un método indirecto de solución de conflictos entre socios, con severos desencuentros sobre los criterios a aplicar para alcanzar los fines sociales, y reiteramos, alcanzar los objetivos que definen la gestión empresarial, ello sin perjuicio, de la asunción del riesgo empresarial que va íntimamente ligado a estas políticas de gestión, circunstancia que puede ser en ocasiones fundamental para la atracción de inversiones propias o foráneas en el nuevo vehículo societario así configurado.

Pues bien, la escisión, como instrumento de reestructuración, se fundamenta argumentalmente en una adaptación económica y financiera de un patrimonio empresarial autónomo, capaz de generar por sí mismo una línea de negocio concreta ajustándola al mercado en el que se desenvuelve.